La música y el canto alcanzaron gran boga y estima entre los árabes de España. Los alcázares de príncipes y magnates estaban llenos de cantores, y sobre todo de cantoras, que los inundaban de armonía en las continuas zambras y fiestas. Cuéntase que Ibn Abbas, visir del rey de Almería Zuhair, hombre muy opulento y sibarita, tenía en su alcázar 500 jóvenes cantoras, todas ellas de notable hermosura. Tales artistas obtenían de la munificiencia de nuestros árabes gran consideración y crecidos sueldos, y muchas de ellas sobresalían, no solo en el canto y la música sino también en la poesía. Durante las fiestas y saraos de sus señores ellas cantaban y tañían ocultas detrás de cortinas o mamparas (en árabe asitáras) que las esquivaban a los ojos de los concurrentes, los cuales encantados con sus tonos y melodías, creían escuchar las voces y notas de invisibles genios.
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Libro de canciones (Kitāb al-Aghānī) |
Pero los árabes no fueron serviles imitadores del arte griego, sino que lo perfeccionaron y le imprimieron un carácter especial con su propio genio y afición. Los árabes españoles conocieron e inventaron gran número de instrumentos musicales (...).
Los árabes españoles cultivaron sobremanera el estudio de la música, ilustrándole y perfeccionándole con muchos tratados y obras de mérito. En el siglo XII escribió un excelente libro sobre la música española el célebre granadino Abu Beer Ibn Bacha, que según dice un escritor árabe, alcanzó en el Occidente la misma reputación que el famoso Alfarabi en el Oriente. Un siglo después, Yahya Aljuduch, de Murcia, compuso un Libro de las canciones andaluzas en competencia con el celebrado Gran Libro de las Canciones que había escrito en Asia el referio Albu Al-Faraj.
Pero los progresos de este arte en la España Sarracena (nombre con los que la cristiandad medieval denominaba genéricamente a los árabes o musulmanes) datan desde la época del famoso maestro Ziryab.
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"El músico", cuadro del pintor austriaco
Ludwig Deutsch (1855–1935)
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Nació en Bagdad hacia fines del siglo VIII y allí aprendió la música bajo la dirección del célebre maestro Ishac el Maussili. Reinaba a la sazón el califa abbasida Harún al-Rashid tan conocido por los cuentos de las Mil y una noches: príncipe ilustrado y protector de las ciencias y las artes.
Sucedió un día que el califa preguntó al maestro Ishac si no conocía algún nuevo cantor de mérito que poderle presentar.
"Yo tengo un discípulo, que canta bastante bien, gracias a mis lecciones, y tengo motivos para creer que algún día me dará honor.
"Dile, pues, que se me presente", añadió el sultán.
En efecto, así aconteció. Abderrahman II que sucedió en 822 a su padre Alhakén, fue un príncipe débil, afeminado, falto de talento y carácter para llevar las riendas del Estado, enemigo y perseguidor d ela gente cristiana, pero muy dado a las pompas y delicias del mundo, a las letras y a las artes. Deseoso de rivalizar en ostentación y fausto con los califas de Bagdad, se rodeó de una servidumbre muy numerosa y lúcida, embelleció a Córdoba con puentes, mezquitas, alcázares, fuentes y jardínes, y recompensó generosamente a los literatos y poetas que hacían versos en su alabanza.
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Alcázar de Córdoba |
El músico Ziryab fue una gran adquisición para el nuevo monarca. Enterado Abderrahman de su arribo, le invitó a venir a su corte, le envió regalos y mandó que fuese recibido con gran pompa y agasajo. Llegado a Córdoba, Ziryab fue instalado por órden del sultán en una casa magnífica, y al cabo de tres días que se le dieron para descansar de las fatigas del viaje, se le invitó a pasar al regio alcázar.
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Vista aérea de la Mezquita de Córdoba |
Pero Ziryab no era solamente un artista de genio. Era además un excelente poeta, sabía de memoria las palabras y aires de diez mil canciones; era muy entendido en astronomía y en geografía; refería con tanta instrucción como gracejo los usos y costumbres de los diferentes pueblos y regiones, y mostraba en fin, extensos conocimientos en todas las ciencias y artes. Abderraham gustaba mucho de conversar con él sobre historia, poesía, y demás ramas de las letras, y por tal manera Ziryab llegó a adquirir gran intimidad e influencia con el sultán. Pero lo que cautivaba más en aquel ilustre artista era su ingenio, su agudeza, su gusto y la soberana distinción de sus modales. Ninguno le igualaba en lo chistoso y picante de la conversaicón, ninguno como él mostraba en todas la cosas el institnto de la belleza y el sentimiento del arte, ningún otro sabía vestirse con tanto gusto y elegancia, nadie le conocía ventaja en disponer una fiesta o un banquete. Mirábasele como un hombre superior, como un modelo en todo lo relativo al buen tono y bajo este concepto, llegó a ser el legislador y árbitro de la España Arabe.
Ziryab introdujo grandes innovaciones en el tocado, en los vestidos, en los manjares, en los muebles y bajilla, en fin, en todos los pormenores de la vida cómoda y elegante, conciliando siempre la sencillez y la economía con el gusto y la gentileza.
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Ziryab añadió la quinta cuerda al Laúd. |
La primera cuerda llamada azzir, teñida de amarillo, corresponde, según ellos, a la bilis; la segunda llamada matzad o doble, teñída de rojo, corresponde a la sangre en el cuerpo humano; la tercera mitzla o triple, que es blanca, a la pituita; la cuarta albamm o grave, a la atrabilis. Faltaba en el laúd un elemento para representar el alma que vivifica el cuerpo, Ziryab le añadió una quinta cuerda teñida de rojo que, puesta en medio de las demás, dió al instrumento el sentido más delicado y la expresión más perfecta. Ziryab tuvo ocho hijos varones y dos hembras: todos ellos heredaron la habilidad de su padre para el canto, principalmente el segundo llamado Obaidallah. La enseñanza de tan insigne maestro promovió notablemente en la España Árabe los progresos del arte de la música y el nombre de Ziryab gozó de perpétua celebridad entre los moros andaluces hasta los últimos tiempos de su dominación, siendo mencionado por sus historiadores al par de los grandes sabios, poetas, capitales, ministros y príncipes.