sábado, 25 de enero de 2014

LOS FELAHS Y LA DANZA RAQS AL-BALLAS.

EN EGIPTO. LOS FELAHS. Fuentes: El Globo (Madrid, 1882) y El Mundo Ilustrado (Barcelona, 1879 / 1881)


Mujer Felah - El mundo ilustrado (Barcelona 1879)
Se designa a los felahs a toda una clase social del pueblo egipcio, la clase campesina. Son los habitantes de aldeas o de los arrabales en las ciudades populosas. El felah es el trabajador de los campos; menos esclavos de ellos que de los hombres, porque ellos constituyen el único horizonte de su vida, aunque jamás aspire a ser su señor y propietario. Las tierras pertenecen al khedive, al bajá y al bey: el felah es quien cultiva como colono y jornalero, y la contribución que tiene que pagar en cuanto llega a poseer un campo propio, absorbe una gran parte en proporción al fruto de sus afanes.

Recorriendo los pintorescos campos que rodean a las grandes poblaciones egipcias, o vagando por las más insignificantes aldeas próximas al Nilo, se ven multitud de felahs entregados a las faenas agrícolas. Pero como la lluvia solo desciende sobre las tierras dos o tres veces al año, y las avenidas del Nilo no alcanzan a todas partes, es preciso arrebatarle sus aguas y distribuirlas por multitud de canales que lleven a los campos la fertilidad y la vida. Esa distribución constituye el trabajo ordinaro de los fellahs. 

El viajero que recorre el Nilo ve continuamente sus orillas ocupadas por mujeres fellahs que, después de lavar sus ropas y aprovisionarse de agua, se cargan con sus dos o tres hijos y otras tantas jarras, regresando ligeras a sus casas a pesar de una carga que con dificultad resistiria un hombre regularmente fornido. Emprenden sus faenas al romper el alba, y cuando cae la noche, llena de frescura y de silencio, y en el oscuro fondo de la lejanía se destacan como sombras fantásticas las abiertas copas de las palmeras, regresan aquellos a sus moradas, verdaderas chozas de tierra, sin más techo que una cubierta de paja de sorgo, y sin más mobiliario que algunas esteras para el lecho común de la familia, y dos ánforas y otras tantas escudillas, aquellas para el agua y éstas para la frugal comida, consistente en muchas legumbres y pocas carnes.

Fellah y Noria de agua en Egipto - El Mundo ilustrado (Barcelona. 1879)

La sencillez de las viviendas guarda relación con la sencillez de los vestidos. Son en los hombres de una simplicidad verdaderamente primitiva: un saco o túnica de lienzo blanco que cae desde los hombros hasta las rodillas, sujeto con un cordon a la cintura, y una pequeña capucha en la cabeza; tal es todo su atavío ordinario.

Joven sacando agua del pozo.
El Mundo Ilustrado (Barcelona, 1879)
Las mujeres felahs usan ligeros vestidos; tan ligeros, que no pocas veces es más lo que manifiestan que lo que ocultan. Usan largas túnicas blancas, algunas veces azules, bordadas comunmente con perlas de acero. Una menguada pañolera o toca cae con abandono sobre los hombros, despues de mal cubrir la negrísima y poblada cabellera.

Casi todas las felahs llevan anillos de metal en la nariz, collares de mucho relumbrón y brazaletes no menos vistosos en los brazos y tobillos. Casi todas ellas también, al hallar un europeo en su camino, recatan cuidadosamente el rostro. Otras menos escrupulosas o más bellas, no se cuidan de tal fórmula, común entre los árabes, y dejan ver su frente llena y abultada, sus ojos negros y apasionados, su breve nariz, su pesada y prominente barbilla; tamibién dejan contemplar a veces un pie pequeño y desnudo y una pierna delicadamente contorneada.

Goza fama la mujer felah de extraordinaria gracia y gentileza en sus formas y ademanes.


En Egipto. Mercado en Desuk - El Mundo Ilustrado (Bardelona, 1879)
Con no menos razón se les tilda de soberbias e iracundas; se traban a lo mejor en reñidas peleas, con las más irresistible gritería, al cabo de cuyas luchas, aquellas que salieron derrotadas arrójanse puñados de tierra o barro sobre el cabello y prorumpen en enérgicas invocaciones a Alah y en grotescos y lúgubres lamentos.

Las bodas entre los felahs constituyen uno de los rasgos más curiosos y característicos de sus costumbres.

No es el matrimonio en Egipto un acto público intervenido por la ley. Es un mero contrato - confirmado por dos testigos, y autorizado a veces por el Cadí- entre el novio y los padres de la novia. Jamás ésta aporta dote al matrimonio; pero tampoco recibe garantías de eterna unión con su marido; puede éste despedirla cuando y cómo le acomode; ni áun derecho tiene la esposa a demanda de divorcio, salvo el único caso de ser imposible la misión del matrimonio por parte del marido.

Las ceremonias  nupciales son las verdaderas fiestas de los felahs.

A la hora de la oración, el novio y sus invitados acuden a la mezquita; desde allí seguidos de una turba de curiosos y de músicos, dirigense a la casa de la novia, que acaso no conoce a su prometido. Delante de la casa se ha levantado una gran tienda, donde se celebra el banquete de bodas.
Felahs en oración- La Esfera (1920)
Joven Fellahina. La Esfera. (1920)

Penetra la novia en la habitación donde le aguardan su prometida y sus más próximos parientes, y poco después se presenta a los convidados en unión de ciertas mujeres, cuya delicada y honrosa misión es dar fe de la pureza de la novia, ya desposada. Los concurrentes rompen en una explosión de salvas y felicitaciones al desposado, y desfilan ante él dejándole en la mano cada cual una moneda.

El feliz mortal objeto de tanta ovación vuelve a penetrar en la casa, y a salir al punto con su esposa en los brazos. Ya no falta sino un detalle por demás expresivo.

Marido y mujer se dirigen a la fuente más cercana, y si es posible al Nilo. El marido toma una bocanada de agua, la vierte en la boca de su media naranja, y la ceremonia nupcial ha terminado. 

Violinista del Cairo. El Mundo Ilustrado (1881-1883)
El complemento de estas fiestas, a que concurren infinitos convidados, es la comida, y despues las danzas y los cantos; animadísimos exparcimientos que respiran toda la alegre espontaneidad genial o institiva de estas gentes.

El fellah es por naturaleza alegre, sobrio y, en cuanto se lo permiten sus escasos medios, inclinado al ahorro; sin embargo es liberal y jamás escaso en la hospitalidad y la limosna. Sus necesidades son pocas y entre ellas cuenta la música. Nada hace el fellah sin acompañarlo con su canto; canta en el trabajo, en el juego, en las bodas y hasta en los entierros, lo mismo montado en su camello que dirigiendo su ligera embarcación por el Nilo. Sus cadencias son agradables, pero muy difíciles de aprender para el europeo; su instrumento favorito es una especie de violin de dos cuerdas (rebab).


LA DANZA RAQS AL-BALLAS (Danza del Cántaro)

Este tipo de danza forma parte del folclor egipcio y se representan en ella a los campesinos. La Danza del Cántaro o Raqs Al-Ballas está inspirada en esas mujeres felahs que diariamente iban a recoger el agua con sus cántaros y lababan la ropa a orillas del Nilo. 

Como toda danza folclorica se baila descalza con los pies planos, manteniendo el contacto permanentemente con la tierra. Los pasos son graciosos, con mucho coqueteo y mímicas. El ritmo es el fellahi (2/4) muy parecido al malfouf, es un ritmo rápido y ligero que normalmente se usa para efectuar la entrada o salida de la bailarina a escena. El vestuario es un vestido largo de algodón o de tejino natural y en la cabeza llevan un pañuelo con borlas a modo de tocado.

Mahmoud Reda es el pionero de la danza teatral en Egipto, en 1959 fundó el grupo de danza llamada, "Reda Troupe", con el objetivo de dar a conocer al mundo su tierra, sus costumbres y cultura. Puso en marcha la creación de grupos de Danzas Folklóricas en las provincias, las universidades y escuelas de todo Egipto. 

Esta es una escena de una de las peliculas que protagonizó junto con Farida Fahmy y que representan un grupo de campesinos. (año 1961)


Nabaweya Mostafa en una escepa de la película "Khadra Wel Sindibad Al Kebly" de Rotana Zaman.  
 

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