martes, 1 de octubre de 2013

LA BELLA FATHMA

La bella Fatma portada de la prensa de Paris en octubre de 1886


- Causó gran sensación en la Exposición de Paris de 1886.
- Bailó a los 9 años delante de Napoleón III en Argel.
- Su fama fue internacional. Bailó por toda Francia, Londres, Bruselas, Rusia, inclusive en España.
- El pintor francés Benjamin Constant, la pintó en su ateliere.
- Teatros importantes de París y Londres, así como numerosos pretendientes, le ofrecían importantes sumas de dinero a los que rechazó.
- En España, causó gran expectación y actuó en el Teatro Romea de Madrid en 1901 y 1902.




LA HERMOSA FATMA

Fuente: El Bien Público (9-8-1886). Correspondencia de Paris, al Sr. Director de El Bien Público.

Los parisienses que han ido a las fiestas del Pré Catelan (situado en Bois de Boulogne, Paris) estos últimos días, han vuelto a ver a esa hermosura de ojos orientales y nariz aquilina, de sonrisa encendida, misteriosa y cuya danza, aunque nada lasciva, evoca a la tan seductora como perversa Salomé.

Al lado de ella han visto también al coloso violinista obeso, cuya cabeza desaparece bajo un turbante tan extraño y tan burlesco, que parece al rey Herodes en la miseria; al lado de este hombre, hay una mujer y un negrito que baila la bámbula (danza de mímica guerrera que se bailaba con palos), y los músicos, mezclan los redobles de la darbuka árabe con los sonidos del piano. Esto forma la orquesta de Tunez, que tanto llamaba la atención en la Exposición de 1878, época en que la bella Fatma no era sino una niña, pero niña que prometía.
Uno de nuestros amigos ha querido averiguar cual es el secreto de esta hermosura, penetrar en el interior de su vida, y con este objeto se dirijió la otra tarde hacia el Pré Catelan. Al pasar detrás de la fila de barracas de los saltinbanquis, vino a dar con un cuadro de familia. Una gran carreta cuadrada, verdadera casa ambulante estaba remisada allí, y por la puerta abierta de par en par, para que entrase el aire fresco del bosque de Boulogna, se veía media docena de personas sentadas en la mesa. Reconoció mi amigo al "rey Herodes", que se había quitado el turbante y que con su enorme vientre ocupaba majestuosamente su sitio en la mesa. 

La bella Fatma, despojada del prestigio de las tablas, conservaba una fisionomía enigmática, y hay que decir que con su sencillo peignoir (albornoz o bata) era tan atractiva como con el traje suntuoso, bordado de lentejuelas que se pone cuando se muestra al público. Mi amigo fue perfectamente recibido. Preguntó lo que había sido sobre el casamiento de que los periódicos hablaban, y todos echaron a reir. - Cincuenta veces ya han casado a Fatma sin consultarla, contestó la madre. Ella no piensa en eso. Después de las fiestas del Pré, iremos a trabajar a Asnieres, y de allí iremos a recorrer la Francia. La hermosa Fatma dijo entonces: "Nada de lo que se dice sobre mi boda es cierto, y además le diré que soy judía y que nunca me casaré sino con un hombre de mi religión". El "rey Herodes" contó la vida de él  y de su familia, llena de aventuras interesantes. Los primeros años de sus excursiones no fueron muy brillantes pero poco a poco Fatma se hizo mujer, su hermosura se reveló y la lluvia de dinero caía como un maná. 

Después de haber bailado a los nueve años en Argel delante de Napoleon III, siendo el padre de Fatma director de orquesta, tuvieron después días notables. La visita de Gambetta, la de M. Floquet; ovaciones en el teatro de Burdeos, una presentación a la reina Isabel, en el palacio de Castilla, otra en casa de Victor Hugo.

Fatma al saludar a Victor Hugo, quiso besarle la mano, a la moda oriental, pero el poeta, que solía poner en sus galanterías la hipérbole oriental, la levantó vivamente y besándola en la frente le dijo: "en este país, el genio no es nada ante la belleza."

El pintor Benjamin Constant hizo venir Fatma a su atelier, y resultó la famosa Salome del artista.

Varios teatros de Paris y de Londres le han ofrecido 5,000 francos por mes y ha rehusado. También ha rehusado partidos brillantes, por no abandonar a sus padres, que realizan buen año, o mal año, más de 20,000 francos de beneficio, lo cual es de considerar.

Fatma brilla, es admirada, y se embriaga durante sus representaciones con los murmullos de admiración del público que la contempla, sintiéndose más enorgullecida de las alabanzas de las mujeres que de las de los hombres; y lo demás del tiempo, solo es una niña de 17 años, sencilla, modesta y muy vigilada por sus padres. Cendrillon (Cenicienta) vuelta a su cocina al salir del baile deslumbrador.



Fuente: La España Moderta (Madrid, 1-10-1889). 
CARTAS SOBRE LA EXPOSICIÓN por EMILIA PARDO BAZÓN

(...) Al pronto, cuando por ver a Fatma exigen un franco por persona, se hace caro, pues en la Exposición es baratísima la entrada en todas partes. Pero tan pronto como aparece aquel hermoso milagro de la naturaleza, se da por muy bien empleada la monedilla. 

Fatma, premiada con medalla de oro en un concurso de belleza, es un tipo perfectísimo de hermosura oriental. La Haydea del poema de Byeron debía de parecerse a Fatma. La cual representa unos 24 años, y es morena, de ese moreno bruñido y caliente que parece bañado en ámbar y coloreado por pétalos de rosa de Alejandría. Los ojos los tiene ovales, largos y resguardados por tupidas pestañas; el mirar dulce y manso, sin frialdad; la boca es un rubí partido por gala en dos. Su nariz ostenta la majestad de las narices semíticas, pero sin exageración del corte aguileño. Sus regios brazos, sus magníficas formas, su pelo como la endrina, suelto en rica mata, completan la perfección de tan soberano pedazo de hembra. Estando cansada la vista de aquellas francesas, graciosas y airosas y picantes, sí, pero huesudas, anémicas, de pobre anatomía, la noble Fatma se nos figura protesta viviente contra la mentira y el prosaismo de la civilización, alegato en favor de las razas que sben guardar la pureza de su tipo.

Ni crea nadie que es la de Fatma de esas caras inexpresivas e inmóviles. Su expresión es suave, amorosa, tentadora, y al mismo tiempo ingenua y cándida; y aunque esto del candor parezca incompatible con el modo de vivir de una mujer que da en espectáculo su belleza, ello es verdad, y hay una distancia inmensa entre la risa de miel de la encantadora odalisca y la sonrisa forzada, estereotipada y degenerada en mueca, de las beldades venales parisienses, que inspiran repugnancia.

Vestía Fatma túnica floja de damasco verde recamado de oro: el corpiño se abría sobre la camiseta de gasa rosa, que indiscreta jugaba sobre el bíblico seno. El faldellín de gasa blanca tramada de plata envolvía en sus pliegues el redondo tobillo, rematado en pie no pequeño, nunca desfigurado por la botina europea, libre y bien delineado como el de las estatuas. En la cabeza no llevaba birrete ni sartas de zequíes, sino una guirnalda de amapolas y joyas orientales. Cuando bajó del estrado y se acercó al público para bailar, sus movimientos eran más harmónicos y su actitud más decente que nunca. Pensaba yo que los franceses tienen la sangre de horchata y el alma de cántaro, porque al empezar a bailar tan preciosa criatura, ni siquiera dijeron "bendita sea tu madre". Aquí, si baila Fatma, arrojarán a la escena los sombreros; y si la ve Zorrilla, a pesar de los años, desenfunda nuevamente la guzla del raví y le dedica media docena de kásidas, con aquello de ramo de mirra, búcaro fresco lleno de olores, y otros piropos de su musa mora.

Para ir acercándome a los espectáculos españoles, diré algo de la famosa "danza del vientre", que ejecutan las bailarinas egipcias o almeas, aquellas de quieses dijo  Gerardo de Nerval que hacen soñar con el paraíso. No hay que confundirlas con las bayaderas indostánicas. La bayadera es una mezcla de sacerdotisa y cortesana; consagrada al culto de la diosa Ramba, la Venus del Olimpo indostánico, la vida airada es para ella una especie de rito religioso. La almea no tiene nada de sacerdotisa; no pasa de una bailarina alquilona, que ameniza las bodas, los banquetes y hasta los entierros mahometanos.

La danza del vientre es nuestro baile flamenco en estado de larva, sacudiendo en vez de las caderas el abdomen, y omitiendo el quiebro saladísimo, como si dijésemos, la pimienta y canela de esa danza. (...)


LA BELLA FATMA POR PRIMERA VEZ EN ESPAÑA, EN EL TEATRO ROMEA DE MADRID.


En el año 1901 la bella y famosa Fatma actuó en el Teatro Romea de Madrid, causando gran expectación.

Fuente: El Día. Madrid 2-12-1901.
TEATRO ROMEA - FATMA-BENTE-ENY por
ADOLFO G. GAMINERO

 
La bella artista que encabeza estas líneas y que hace unos días debutó en Romea con éxito tan grande como merecido, es muy digna de que toda la prensa se ocupe de ella, como lo viene haciendo, ya que su presentación en Madrid ha constituido un suceso extraordinario.

La bella Fatma-Bente-Eny, nació en Túnez el 18 de enero de 1873, hija de un célebre joyero oriental; marchó a París con su familia el año 1882, y  a los 9 años de edad obtuvo su primer triunfo, tributado por el público parisién que tuvo ocasión de admirar su gracia.

Fatma animada por sus triunfos se presentó de nuevo al público parisiense con sus famosas danzas orientales, durante las grandes fiestas de la prensa que tuvieron lugar en el Jardín de las Tullerías.

El Imparcial (Madrid, 5-12-1901)


Después un ventajoso contrato la llevó a Londres, donde actuó un año conquistando éxitos, regresando de nuevo al Folies Bergeres de Paris, pasando una vez terminado el contrato a Bruselas.

Por aquel entonces se abrió un gran concurso de belleza en Spa (Bélgica), y habiéndose presentado a este concurso obtuvo por unanimidad la gran medalla de oro, primer premio fuera de concurso.

Cartel de principios de S. XIX que anunciaba 
a La Bella Fatma en Folies Bergere
La señorita Fatma continuó su tourné artística por toda Europa, actuando en el teatro de la Ermita de San Petesburgo, y en Rusia, donde el éxito alcanzado fue colosal.

Abierta en París la Exposición de 1900, se presentó en el Palacio de Maroo y toda la prensa publicó numerosos artículos que se leyeron en el mundo entero.

Todo Madrid está desfilando por Romea a admirar la belleza de esta Perla de Oriente, a la que envio mi más entusiasta aplauso y admiración.

Para terminar diré, que así como a Diógenes, cuando paseaba en pleno día con su linterna encendida en la mano, le preguntaban qué buscaba y respondió: -"busco un hombre", - así yo también si contemplase a la bella artista con la referida linterna y me preguntasen lo que buscaba, respondería: "Busco en Fatma una imperfección".

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